No quisiera yo que se interprete el título de esta columna de hoy, sinceramente lo digo, como una irónica alusión a estas elecciones por celebrarse en nuestro vecino Brasil, aunque no faltará quien de inmediato haga remembranza de los muy famosos carnavales de Río de Janeiro, quizás los más jacarandosos del mundo, según me han dicho.
Pero lo cierto es que no sólo los procesos electorales que allí tienen lugar, sino podemos decir que los de todas partes, son más o menos de esas características, dada la proliferación de disfraces de toda clase y la forma festiva que en general tienen. Con algunas pocas excepciones, cuando se desarrollan episodios dramáticos y hasta sangrientos.
Las elecciones son un espectáculo que se ha originado, igual que tantas otras cosas, en la Inglaterra todopoderosa que se impuso al mundo en el siglo XIX. Luego esta moda se propagó por todos los continentes en el siglo XX, y ahora luce bastante aburrida para las nuevas generaciones, en las que cunde la tendencia al abstencionismo electoral.
Un caso elocuente lo tenemos en Estados Unidos, o sea los mismos ingleses trasladados a nuestro continente americano. Ahora van a celebrarse allí unas elecciones legislativas, supuestamente de una gran importancia, pero casi no se habla de ellas.
Como sucede con todas las modas, y no sólo con las referentes a la vestimenta, ésta de designar los mandatarios, según dicen por “voto universal y secreto”, ya parece estar en su ocaso. En todas partes el número de no participantes en las votaciones se incrementa, y habría que analizar las razones, pese a los medios de comunicación de masas que les hacen tanta propaganda como a unos productos comerciales, y hasta todavía más.
Bien puedo yo recordar la aparición de la fiebre electoral acá en nuestra Venezuela, cuando eso surgió poco después de morir en su cama el terrible tirano J.V. Gómez. Su sucesor, no electo, el general Eleazar López Contreras, que había tomado el mando a fines de 1935, apeló a ese truco electoral poco a poco, con elecciones regionales. Para esto importó a un “especialista” de Colombia, un tal Franco Quijano, que las preparó al estilo usual en su país, y así no perdía ninguna, claro.
Entonces comenzó acá una tradición electorera muy firme, que lleva a nuestra gente del pueblo a decir que “gobierno no pierde elecciones”, y toda la experiencia nos prueba que tienen mucha razón.
Aunque la elección más reciente que hemos tenido, la celebrada el 26 de septiembre último, para el parlamento, produjo algo novedoso, casi increíble. Como lo es eso de que las dos partes contendoras pretenden que triunfaron, cada una con argumentos a su favor, y sin embargo, por suerte, no se han ido a los puños y tampoco han amenazado con hacerlo. Muy felices ambas y dispuestas a seguir con el juego, sensatamente.
Ha sido todo como en un juego de beisbol cuando se produce ante unos miles de espectadores, todos más o menos a igual distancia de los jugadores, la misma jugada y unos la ven de una manera y otros la ven de manera completamente opuesta. Y le toca al umpire o juez decidir, claro..
Pues bien, debo confesar que yo -como me creo discípulo de dos insignes maestros, Karl Marx y V.I. Lenin- dejé de interesarme por esos carnavales electorales hace bastante tiempo, y además pienso que estoy muy viejo para ahora ponerme a jugar carnaval. Eso es para muchachos, pero parece que ellos tampoco quieren portar disfraces. En fin, los enmascarados abundan también sin carnavales.
Fuente: PrensaPopularSolidaria
Correo: pcvmirandasrp@gmail.com
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