Por: Mario. R. Fernández
Un día regresaremos a la ciudad perdida como las estaciones todos los años, como una sombra más en las tardes, preguntando por antepasados o por el río en cuyas aguas se quebraba el cielo. (Regreso, del poeta magallánico Rolando Cardenas)
Leyendo un artículo sobre la protesta popular contra el aumento del precio del gas natural en Magallanes el pasado mes de enero, del destacado escritor magallánico Ramón Díaz Eterovic, en la revista chilena Punto Final, me entusiasmé como para volver a mirar el rompecabezas de nuestra historia. Ese en el cual vamos tratando de poner juntos los trocitos de nuestro pasado, las piezas del rompecabezas de nuestras propias vidas, o “cortacabezas” como decian mis hijos cuando eran pequeñitos y trataban de manejarse en dos idiomas (uno para entender el mundo que los rodeaba y el otro para entender a sus padres). Lidiar con esto, en base a los recuerdos, y usando mi memoria como herramienta, me llevó a los años que pasé en esas tierras ventosas y destino de tanta aventura.
Allá en Magallanes, y mayormente en Punta Arenas, viví exactamente cinco años, tiempo en el que hice lo que pude y trabajé y estudié. Cuando llegué a la región, no estaba sólo, vivía con unos tios que aunque hacían su vida me daban un lugar, pero igual me tocaba acarrear mi soledad, la soledad que uno siente cuando llega a un lugar desconocido. Me tocaría vivir más tarde buenas cosas, con la llegada del resto de mi familia, y también vivir una tragedia, con el accidente grave y la muerte de mi pequeño sobrino al que yo mismo llevé al hospital para descubrir que nada se podía hacer para salvar su vida.
Y recordando todo aquello recuerdo un tema que era común, que como la sociedad de Magallanes se interesaba tanto por sus escritores y por leer sus obras. Y esto me llamó mucho la atención porque nunca vi un libro en casa de mis tios, y porque cuando visitaba la biblioteca municipal los dias sábados, localizada justo frente a la Plaza de Armas y bajo el nivel de la calle, biblioteca que visitaba mucho por estar sólo, me encontraba muchas veces a solas con el bibliotecario. El bibliotecario, una persona seria pero muy amable, creo que maestro de profesión, me recomendaba libros y leyendo estos libros aprendí bastante sobre la Patagonia y la historia de sus protagonistas.
Y a propósito de la Plaza de Armas, quiero decir que era muy otra de la que hoy es, que muestra arreglo y ha sido remodelada como otros lugares de Punta Arenas y otras ciudades del mundo, en parte por satisfacer ideas de nuevas apariciencias y en parte por pretender que avanzamos. Aunque esto no quita que las calles sigan llenas de papeles acarreados de ida y vuelta por el viento ni que las casas de los que tienen menos sigan siendo muy precarias y olvidadas.
Fuente: Bellaciao.Org/PrensaPopularSolidaria
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