Por: Jerónimo Carrera
Este próximo fin de semana, en una de esas reuniones protocolares que no sé porqué las agencias noticiosas denominan “cumbres” y poco después nadie las recuerda, van a verse las caras los mandatarios de nuestros países americanos. La novedad de esta reunión es que marcará el debut en tal ambiente del recién estrenado presidente de Estados Unidos, Barack Obama, quien a su vez trae a dicha reunión la novedosa característica de ser el primer presidente no blanco de ese país.
Pero además esta reunión tiene otro significado muy particular, y es el hecho de celebrarse en uno esos pequeños países del mundo actual, prácticamente ignorado hasta en el continente del cual ellos forman parte.
En la presente ocasión se trata de la isla caribeña de Trinidad, tan cercana geográfica e históricamente a nosotros los venezolanos que por un pequeño traspiés cometido por un rey español, apenas unos trece años antes de nuestra declaración de independencia en 1811, no entró a formar parte de nuestra naciente república y cayó en poder de un rey inglés. Y luego, como es sabido, en el siglo XX tanto trinitarios como nosotros no hemos podido escapar hasta ahora de las garras del imperialismo yanqui.
Seguramente puede decirse que no es casual la escogencia de Trinidad para esta reunión, y lo más probable es que haya sido el propio Obama quien así lo decidió. Puede ser el inicio de una maniobra que busque separar a los pueblos llamados caribeños de nosotros, los así llamados latinos, y por las circunstancias actuales en particular de Venezuela. Lo cual nos haría pagar bastante caro el abandono que ha caracterizado desde siempre la política exterior venezolana en la región caribeña. Baste con decir que, según creo recordar, ahora sería la segunda vez apenas que nuestro actual presidente de la república, un gran viajero universal, al menos durante estos últimos diez años, ponga sus pies en visita oficial a la vecina Trinidad.
Hay que tomar en cuenta que Trinidad también es un país petrolero, aunque a escala modesta, pero ahora quien tenga siquiera un poquito del oro negro se considera un país importante. Y precisamente, es su petróleo el factor que le ha dado importancia a Venezuela, al punto de permitir a nuestros gobernantes tratar de jugar en las “grandes ligas” de la política mundial.
Pues bien, me permito decir que me complace mucho el hecho mismo de que esta reunión tenga por sede a Trinidad, y supongo que será en la histórica ciudad de Puerto España, su capital, nombre que los ingleses han traducido y tratan de imponernos el de Port-of-Spain, tal como lo hacen los yanquis con el de New York por Nueva York. Y el ridículo “maiami” en vez de su original Miami. Bueno, son cosas del predominante pitiyanquismo….
En fin, debo aclarar que en buena parte esa complacencia mía proviene de razones bastante personales. Allá por los años ’30, a finales del despotismo gomecista instaurado en Venezuela por los monopolios petroleros imperialistas, numerosos venezolanos –sobre todo gentes de nuestra región oriental- habían emigrado a la vecina isla y vivían en Puerto España. Allí pasé yo tres años, de niño, estudiando en inglés, en el St. Mary’s College, de curas irlandeses y condiscípulos de las más diversas etnias. Pese a mi ateísmo congénito, de esa etapa de mi vida guardo recuerdos inmejorables, y lo digo sinceramente.
Pero volviendo al asunto de la venidera “cumbre”, pienso que este debut de Obama en el plano continental no tendrá mayor trascendencia. Ha llegado a la Casa Blanca con las manos atadas, puesto que de otra manera los monopolios no se lo habrían permitido. Sin embargo, eso de tener que hacer esta cita en Puerto España, y no en Bogotá o Brasilia, por ejemplo, es ya un claro signo de la debilidad creciente de Washington.