Por: Jerónimo Carrera
De pronto, cual si se tratase de un súbito e inesperado trueno en una asoleada y bella tarde de un día veraniego, han hecho ruidosa aparición los diagnósticos y pronósticos más sombríos en referencia a la economía mundial. Casi llegan algunos de los llamados expertos a vaticinar que la humanidad está en vísperas de algo así como aquel bíblico diluvio universal, y hasta hay quienes suponen que nos pueda resultar un nuevo Noé el negrito que acaba de entrar a la Casa Blanca disfrazado de progresista.
Pero más allá de las especulaciones y vaticinios, que pueden ser pesimistas u optimistas según las necesidades o gustos de cada uno, deberíamos ser capaces de reconocer la realidad del mundo actual y luchar por lograr cuanto antes los cambios indispensables.
Lo primero que debe tomarse en cuenta es que el mundo no es ni ha sido nunca unipolar, es decir, que la aspiración de los gobernantes de Estados Unidos a ejercer una hegemonía mundial choca abiertamente con la realidad histórica y también con la actual. Más bien, podemos ver ahora que su neocolonial dominación de los últimos cien años en nuestro continente, sustentada en la desunión de los otros pueblos americanos, realmente ha entrado en crisis y está en vías de desaparecer.
Parecería que tal realidad ha tomado por sorpresa a muchos de tales expertos, y por eso no encuentran cómo explicar lo que sucede actualmente. Comenzaron por echarle culpas a determinados sectores del mundo financiero, pretendiendo ocultar el hecho de que no son unos pocos problemas meramente sectoriales, y mucho menos locales, estos que finalmente han explotado a escala internacional. Como tampoco es acertado eso de culpar al pobre Baby Bush como el gran responsable, dejando a salvo al verdadero culpable: el capital monopolista instalado en el llamado primer mundo y con una sede principal que es Washington desde la terminación de la II Guerra Mundial.
Precisamente, lo que ahora estamos viendo es la situación gestada durante los años de aquella guerra fría que en Washington decían haber ganado contra la URSS. Primero fue la bancarrota de la economía soviética y luego ha venido esta de la economía estadounidense, ambas causadas por un mismo factor sumamente dañino para cualquier economía: el excesivo gasto militar por largos y continuos períodos.
Debería ya estar claro el hecho de que las guerras, lejos de ser una solución para las crisis económicas, como probablemente lo fueron hasta no hace mucho, hoy no las resuelven sino más bien las profundizan. Esto nos lo demuestran los conflictos bélicos que las potencias capitalistas, bajo la batuta de Washington, han venido armando en diferentes partes del mundo después de la desintegración de la URSS.
Bueno, aquí voy a permitirme una vieja cita de mí mismo, con lo siguiente: “La verdad completa, además, la gran verdad que debe saberse, hay que proclamarla a todo pulmón: mundialmente estamos en crisis, sin que ello pueda servirnos de consuelo a los venezolanos. Pero habrá que precisar también que se trata de una inmensa crisis del modo de producción imperante hoy en el mundo, del capitalismo con todas sus nefastas características de despilfarro de recursos y un creciente empobrecimiento de las masas populares. Si quieren llamarla “crisis de civilización” o “falta de valores éticos”, o lo que prefieran, es algo que puede agradar al paladar burgués pero que en nada va a cambiar la esencia del problema ni la suerte del trabajador. Por lo tanto, debemos decirlo claramente, es la crisis mundial de todo el sistema capitalista la que estamos pagando los venezolanos.”
(De esta columna Optica Mundial, semanario La Razón, N° 111, del 2 de marzo de 1997).
Está más que evidente hoy la caída en picada de la economía de Estados Unidos, la cual puede generar la del sistema capitalista a escala mundial si en conjunto el movimiento obrero –como lo hace ahora mismo en Francia- se moviliza internacionalmente. ---
Fuente: PrensaPopularSolidaria ComunistasMiranda/Gráficas; Crédito a Taringa
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