|
Por: Miguel Urbano Rodrígues
Desde
el inicio de la Primera Guerra Mundial una onda de falso patriotismo
barrió Europa. Pisoteando sus programas, y violando compromisos asumidos
en nombre del internacionalismo proletario, partidos que pretendían ser
socialistas votaron los créditos de guerra de las grandes potencias
envueltas en el conflicto, volviéndose cómplices de la hecatombe que
afectó a la humanidad.
Esa opción fue decisiva para el descrédito y
agonía de la II Internacional. La lucha contra el imperialismo pierde
mucho de su significado, decía Lenin, si no “está indisolublemente
ligada a la lucha contra el oportunismo”. El gran revolucionario fue por
tanto implacable en la denuncia del social-chauvinismo, desmintiendo
que la defensa de la libertad y de los verdaderos intereses nacionales
fuese el motivo de la guerra.
La victoria de la Revolución Rusa
generó las condiciones que permitieron la creación de la III
Internacional. Pero, como era de esperar, la existencia de la Unión
Soviética fue por sí sola incentivo para una ofensiva permanente en
múltiples frentes contra el marxismo.
Finalizada la Segunda
Guerra Mundial, la lucha contra el comunismo asumió facetas muy
diferenciadas. Los partidos comunistas europeos habían desempeñado un
gran papel en la lucha contra el fascismo. Debilitarlos, instalar en
ellos la división, empujarlos al antisovietismo y el alejamiento del
marxismo fue una constante en las campañas de la burguesía y del
imperialismo.
En el auge de la guerra fría, el Manifiesto de
Champigny en Francia, en 1968, cuando Waldeck Rochet era secretario
general del Partido Comunista Francés, cumplió un importante papel en
debates ideológicos que abrieron la puerta al eurocomunismo. Invocando
la necesidad de renovar al marxismo, dirigentes como los franceses
Georges Marchais, Roger Garaudy y Louis Althusser, el italiano Enrico
Berlinguer, el español Santiago Carrillo y otros serán recordados como
arquitectos de un revisionismo que encaminó a sus partidos hacia la
socialdemocratización. En el caso del Partido Comunista Italiano el
viraje a la derecha inició el rumbo a su autodestrucción.
Fausto Bertinotti, que fue secretario general de Refundación Comunista, tuvo incluso la abyección de renegar el comunismo.
El
revisionismo actuó, además con máscaras muy diferentes. Después de la
disgregación de la Unión Soviética, surgieron en muchos partidos
dirigentes que presentándose como empeñados en renovar el marxismo,
pasaron rápidamente al ataque al leninismo y al centralismo democrático.
Algunos acabaron ingresando en partidos socialistas integrados en el
sistema capitalista.
Las universidades produjeron una generación
de académicos que, iniciando lecturas perversas de Marx, no tardaron en
procurar justificaciones para la defensa de las políticas neoliberales.
Ganaron
también alguna notoriedad revisionistas (oportunistas de izquierda)
que, pretendiendo exhibir una supuesta pureza marxista, recurrieron a
los textos de Gramsci y del Che Guevara para irles deformando el
pensamiento en obras de cariz antisoviético, aplaudidas por el
imperialismo.
Una modalidad del anticomunismo, más sutil, es la
practicada por intelectuales que, criticando el capitalismo, identifican
en los movimientos sociales la fuerza revolucionaria con vocación para
salvar a la humanidad (John Holloway, Bernard Cassen, Ignacio Ramonet,
Boaventura Sousa Santos,Heinz Dietrich,etc) negando a los partidos
protagonismo en la lucha contra el sistema.
Aceptar en Marx al economista y rechazar al ideólogo es actitud frecuente en cenáculos de intelectuales que satanizan a Lenin.
Serpa e Vila nova de Gaia, Agosto de 2014
Traducción: Jazmín Padilla
Fuente:El Comunista_México/Redglobe/PrensaPopularSolidaria
http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com |
No hay comentarios:
Publicar un comentario