Por_Javier Parra
Los ritmos de un Partido Comunista no los marcan los tiempos electorales. En un tiempo de urgencia social y
política en un país donde la intervención en política se ha ido institucionalizando durante décadas, es normal
que ante los próximos procesos electorales en España se produzcan convulsiones en la izquierda y la derecha
para alcanzar escaños aquí y allá para la transformación de la sociedad (en uno u otro sentido) desde las
distintas instituciones.
Los ritmos de un Partido Comunista no los marcan los tiempos electorales. En un tiempo de urgencia social y
política en un país donde la intervención en política se ha ido institucionalizando durante décadas, es normal
que ante los próximos procesos electorales en España se produzcan convulsiones en la izquierda y la derecha
para alcanzar escaños aquí y allá para la transformación de la sociedad (en uno u otro sentido) desde las
distintas instituciones.
Es común escuchar a quienes anhelan obtener un 30% en unas elecciones europeas – o incluso generales – como forma de acabar con el bipartidismo y de poner contra contra las cuerdas al régimen e incluso derribarlo. Sin entrar en lo poco apegado a la realidad concreta de nuestro país que está ese anhelo, sí he de señalar que ni un 30%, ni siquiera un 51% en unas elecciones garantizaría la capacidad de un partido, coalición o movimiento de transformar la realidad en un sentido inverso al del sistema económico y político imperante.
Evidentemente la participación en las elecciones – en el caso del PCE a través de Izquierda Unida – y la conquista de un buen número de escaños no solo es necesaria, sino imprescindible. Sin embargo, ni el mejor de los resultados electorales garantizaría que fuésemos capaces de transformar la realidad.
Y es que ningún gobierno – absolutamente ninguno – que cuestionase y tratase de transformar las estructuras económicas actuales y las relaciones de producción, y tratase de poner freno a los intereses de las élites, iba a durar mucho tiempo en el poder. ¿Acaso pensamos que los grandes poderes económicos y sus medios de comunicación se iban a quedar con los brazos cruzados? Primero tratarían de comprar a los líderes (como hicieron en su día con el PSOE), y si no lo consiguieran les pondrían una pistola en la boca para que depusieran su actitud. Ahí está el ejemplo de Venezuela.
En su día nos vendieron en España la cantinela de que había sido el Gobierno del PSOE el que había concedido nuevos derechos, creado hospitales, escuelas… Pero todo era mentira. El PSOE estaba en el gobierno, pero no estaba en el poder. El poder real de la izquierda a principios de los 80 estaba en el tejido social, en los sindicatos – fundamentalmente en una CCOO dirigida por comunistas -. Fue esta fuerza la que obligó al PSOE de Felipe Gonzalez a tomar determinadas decisiones. Sólo cuando desde las filas del felipismo se pudo desactivar esa fuerza – empezando por CCOO – fue cuando el PSOE comenzó, ya con las manos libres, los procesos de privatizacion, recortes de derechos laborales, sociales, etc.
Por eso la importancia de fortalecer el tejido social, los movimientos sociales y ciudadanos, los sindicatos; de crear organización y espacios de acción unitaria. Y eso no se mide en tiempos electorales, aunque no haya que obviarlos.
Por eso las tareas de un Partido Comunista deben continuar independientemente de procesos electorales, europeos, generales, autonómicos o municipales. Fortalecer las agrupaciones existentes, crear nuevas agrupaciones, formarse, organizarse, crecer cualitativamente y numéricamente; a veces lentamente y a veces a saltos, según la situación social. Debatir con profundidad en lo interno y actuar juntos en todos los frentes, para dar un sentido revolucionario al movimiento y para seguir acumulando fuerzas con los millones de hombres y mujeres que luchan cada día contra un sistema brutalmente injusto e inhumano.
Los comunistas queremos un Partido Comunista de España al que se respete; al que la clase trabajadora y las clases populares quieran y al que las oligarquías odien. Y el respeto se gana como están haciendo miles y miles de militantes del PCE en toda España, con su trabajo desinteresado en los frentes en los que participan; en sindicatos, movimientos sociales, frentes estudiantiles, redes solidarias, etc.
La fuerza del PCE está en el ejemplo y la abnegación. Los comunistas tenemos la obligación de intentar ser los mejores en todo; a la hora de organizar, de analizar, de debatir, de expresarnos. Ser los primeros en ofrecerse para el trabajo y siempre sin esperar nada a cambio. Sin pedir el voto, sin pedir aplausos, corriendo la misma suerte que la gente que sufre porque pertenecemos a la misma clase.
El Partido debe ser útil para la clase trabajadora y las clases populares; que deben saber que en el PCE tienen una herramienta para su defensa y para la transformación de la sociedad; para seguir creando y fortaleciendo el tejido social en ciudades y pueblos de toda España; para seguir acumulando fuerza real en la calle.
Hay más ejemplos que demuestran que la fuerza del PCE no está en las urnas. El primero lo tenemos tras las elecciones de 1936, donde el Partido Comunista de España tuvo un 3,5% de los votos, por detras del PSOE, Izquierda Republicana y Esquerra Republicana de Catalunya. ¿Fué ese 3,5% de los votos y los 17 escaños los que dieron al PCE el protagonismo en la lucha durante los tres siguientes años?
No. Fue su trabajo en la base, organizando los distintos frentes, en el movimiento obrero, en la cultura, en la solidaridad, en el ejército… hasta el punto de convertirse en la organización hegemónica en la defensa de la España Republicana y democrática; y hasta el punto de que con un poco de tiempo más, el PCE de Pepe Díaz habría acabado por absorber al PSOE.
Otro ejemplo lo tenemos durante 40 años de franquismo. ¿Qué porcentaje de votos tenía el PCE? La respuesta ya la conocemos, porque no había ni elecciones y los comunistas estaban siendo fusilados, torturados y encarcelados, y donde el principal trabajo del Partido fue organizarse desde la clandestinidad, organizarse allí donde podían organizarse, creando y fortaleciendo el tejido social que acabaría por convertirse en el gran contrapoder enfrentado al poder franquista.
Un poder social que incluía todos los ámbitos; desde la cultura al ejército, pasando inevitablemente por el movimiento obrero, donde el PCE fue fundamental en la conformación de las Comisiones Obreras.
Ahí está la fuerza del PCE, en que sus tiempos no son electorales, y su visión no es cortoplacista. Ser comunista y organizarse en un Partido como el PCE que todos y todas queremos es el mayor honor al que alguien puede aspirar. Por eso somos muchos los que trabajamos, sin prisa pero sin pausa, con un objetivo real que es la transformación social y la Revolución.
Y para eso necesitamos trabajar desde abajo, con organización, formación, audacia, lealtad, camaradería, compañerismo y ejemplo, los pilares fundamentales de la Fuerza del PCE.
Fuente: La República.es/PrensaPopularSolidaria
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