EDITORIAL DE TRIBUNA POPULAR 169
Honduras: enseñanzas para la organización
Editorial Tribuna Popular TP, 25 sept. 2009.-
Los pueblos no cesan de sus luchas, como tampoco cesan de dar grandes enseñanzas en el trayecto de sus combates.
Cada día, en cada experiencia revolucionaria, se constatan las infinitas capacidades transformadoras de los pueblos.
Hay momentos de flujo y de reflujo, momentos de ofensiva y de defensiva, momentos de avances y de retrocesos, pero siempre las necesidades de los pueblos están por encima del poder político, económico e ideológico del capital transnacional.
El pueblo de Honduras es uno de los que más recientemente está dando una enseñanza aleccionadora.
Es realmente heroica la resistencia que durante cerca de noventa días ha mantenido ese pueblo poco publicitado.
Para muchos en el mundo, especialmente para el Norte que nos desprecia, el pueblo de Honduras no existía ni lo contaban en sus ecuaciones de dominación.
Honduras era sólo otro botín para seguir llenando sus arcas, otro voto para respaldar sus mociones inmorales en los organismos multilaterales, otro territorio para ubicar sus bases militares.
Pero, el pueblo hondureño se ha levantado para gritar su derecho a decidir su propio rumbo, para asumir el camino que mejor estime para canalizar sus anhelos de cambio.
Se revirtieron significativamente las intenciones de los golpistas, apoyados por el imperialismo estadounidense, de detener las modestas medidas de la última etapa de la presidencia de Zelaya, que seguramente –por la atrasada Constitución y las retrógradas instituciones del Estado- pocas posibilidades tenían de avanzar y profundizarse, claro, siempre que no fuera mediante la legitimidad del apoyo popular más que por la legalidad de las leyes.
La propuesta de la “Cuarta urna”, que era sencillamente para hacer una consulta al pueblo sobre su opinión hacia la idea de un proceso constituyente, fue la excusa que utilizó la reacción hondureña para derrocar de la manera más descarada al presidente Zelaya.
Pensaron, erróneamente, que Zelaya era el caudillo del pueblo hondureño, demostrando –una vez más- su desprecio y bajo concepto sobre este pueblo.
Zelaya es, en todo caso, una persona que mediante las medidas sociales que asumió –que cualquier gobierno socialdemócrata decente podría tomar- se ganó la simpatía del pueblo, tomando en cuenta que el referente inmediato son las estructuras estatales hondureñas, profundamente retrógradas, antipopulares y corrompidas.
Cuando se le cierran los caminos –cual río tempestuoso- abre otros, nuevos, sin detenerse en formas, normas ni barreras. Así es el pueblo hondureño, así son nuestros pueblos latinoamericanos.
El mismo Zelaya, ha sido llevado por el pueblo a asumir posiciones mucho más consecuentes y dignas de las que su origen de clase y limitaciones político-ideológicas le permitirían.
El aguerrido pueblo hondureño ha asumido el planteamiento Constituyente, lo ha convertido en su bandera, lo ha identificado como la única manera de impulsar pacíficamente los impostergables cambios que necesita la sociedad.
Durante estos meses, el pueblo de Honduras ha buscado y encontrado las más diversas formas de mantener la resistencia, de profundizar la lucha, de organizarse para lograr sus objetivos.
No ha sido un movimiento orientado ni dirigido desde arriba –o desde afuera- por nadie, pero tampoco ha sido un movimiento horizontalista, ultrademocrático, parlamentarista y greenpeace-iano.
Es un pueblo que, en el propio trayecto del combate, ha adquirido la conciencia y comprobado la necesidad imprescindible de organizarse.
Ha creado su propia estructura, el Frente de Resistencia, con una instancia nacional coordinadora, con niveles intermedios, con coordinaciones por Comunas y sectores sociales.
Claro, un espacio muy amplio –como debe ser en esta etapa-, que definió claramente objetivos inmediatos: regreso de Zelaya a la presidencia de la República, como símbolo de quiebre del golpe de Estado; y, Constituyente. Nada de conciliación.
Pero, simultáneamente, debe irse consolidando un núcleo de las fuerzas más consecuentes con los objetivos estratégicos de la Revolución Hondureña.
Si no es así, puede perderse –como tantas veces, en tantos países, en tantas experiencias-, por la embriaguez del triunfo inmediato, la posibilidad de que los avances en la organización y la politización del pueblo sean la base para la liberación real y definitiva de las cadenas de dominación que mantienen subordinado al país centroamericano.
Se demuestra –nuevamente-, en el caso de Honduras, la necesidad de contar con una política clara, una organización fuerte y una dirección aguerrida, para llevar adelante la transformación revolucionaria de la sociedad.
En Venezuela, que tantas oportunidades hemos desperdiciado para construir la columna vertebral que haga transcender la Revolución más allá de las actuales generaciones, debemos aprovechar la experiencia que vive este hermano pueblo para dar una «sacudida», pero no solamente «al edificio burocrático del Consejo de Ministros», sino para realmente lograr «la mayor eficacia política y la más alta calidad revolucionaria» en todas las instancias y estructuras actuantes en el proceso revolucionario.
Está latente –permanentemente- el peligro de perder esta experiencia revolucionaria en Venezuela, bien sea de golpe o paulatinamente.
Por ello, la autocrítica no debe ser una mera palabra de moda que se use –y abuse- en discursos, únicamente porque suena bien o porque al «Jefe» le gusta escucharla.
Fuente: Tribuna Popular/ Edición de: PrensaPopularSolidaria_ComunistasMiranda: http://prensapopular-comunistasmiranda.blogspot.com Correo: pcvmirandasrp@gmail.com
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