Por: Ricardo Salgado
El desarrollo histórico de las sociedades latinoamericanas de las últimas décadas marcan un gran desarrollo y diversificación de las fuerzas productivas, y aunque el análisis ortodoxo nos llevaría concluir que esto no es cierto, en virtud de que los medios de producción han permanecido relativamente estáticas, bajo una férrea dependencia de las necesidades productivas globales, enmarcadas en un sistemas cada vez más consumista y menos productivo.
Del mismo modo, el desarrollo vertiginoso de las fuerzas productivas, ha traído consigo una obligación por revisar los conceptos tradicionales de la lucha de clases. Ciertamente no es acertado ver esto desde la óptica aplicada a otras partes del mundo en condiciones históricas diversas, menos aún pretender que una nueva sociedad debe construirse bajo patrones preexistentes.
La constitución del proletariado ha variado notablemente desde mediados del siglo XIX, y debe tomarse en consideración el proceso de empobrecimiento de las llamadas “clases medias” que antaño tuvieran la opción de afianzarse dentro de lo que nos acostumbramos a llamar “pequeña burguesía”. De alguna manera, el sistema capitalista, en sus últimas manifestaciones, ha tenido un gran impacto enajenador, y logrado que estos grupos ignoren su verdadera situación de clase, y además se auto marginen de la clase trabajadora.
En ese orden de cosas hay que notar como el sistema capitalista ha aprovechado para orillar a los movimientos gremiales a luchas separadas de las del resto de sectores que constituyen en la práctica al proletariado de hoy. Estas luchas aisladas están relacionadas también con el propósito de socavar las posibilidades de acción de un partido político proletario, identificados tanto por Lenin como por Gramsci como una necesidad critica para el avance hacia el triunfo de la clase trabajadora y la construcción de una sociedad socialista.
No debería ahora ser tratada como un tabú la necesidad de desarrollar teoría revolucionaria, dialéctica, consecuente con el desarrollo del capitalismo por más de 150 años, y el nivel alcanzado por las fuerzas productivas, a pesar del variable desarrollo de los medios de producción en cada país, de acuerdo a las condiciones que el mismo sistema genera particularmente a estos.
Sería un error grave dejar del lado el hecho de que nunca antes en la historia de la humanidad las clases dominantes habían podido influenciar de tal manera en el comportamiento de la clase trabajadora que hoy; y que el pueblo es víctima de un bombardeo constante que le induce a necesidades que no tiene, pero que sirven para su sometimiento ideológico permanente. No sé si existen estadísticas comparativas entre el crecimiento del acceso a medios unidireccionales de enajenación (TV, Radio, periódicos) y la promoción de la lectura e impresión de libros de línea formativa.
A estas alturas es importante darle un lugar preponderante a la construcción del poder popular desde “abajo y hacia la izquierda”, entendiendo a esta última como una alternativa real de acceso al poder para el pueblo. Esta idea, se vincula estrechamente con muchos aspectos que caracterizan la deformación vertical de la consciencia de las sociedades, así como las evidentes desventajas que tenemos para crear puntos de encuentro con nuestros pueblos. Bajo las condiciones actuales de lucha, se requiere de una acción permanente entra las grandes masas excluidas por el sistema, y aprender de sus experiencia de manera permanente, a la vez que posicionamos el pensamiento y los valores importantes de la solidaridad, el apoyo fraterno, y las realidades que el sistema imperante bloquea por razones evidentes.
Es improbable que el trabajo entre el la clase trabajadora de frutos si se siguen las ideas tradicionales de formación, pues estas están enfrentadas con un monstruo enajenador de carácter global, que cuenta con una cantidad enorme e indeterminada de recursos, que funciona desde hace muchos años. Incluso los proyectos de Radios Comunitarias, aunque son muy importantes, tienen dificultades de operación por el constante acecho de la represión y las manipulaciones de los grandes medios.
Otro error muy común, especialmente en organizaciones con vínculos históricos con la experiencia socialista del siglo XX, es que las mismas tienden a estigmatizar como “revisionistas”, “contra revolucionarias” e incluso “locuras”, aquellos planteamientos que proceden de la perspectiva del pensamiento crítico que busca un análisis dialectico de los procesos, y la vinculación de estos análisis con la práctica política, en lo Marx y Engels, entendían como la filosofía de la praxis.
Es evidente la necesidad de retomar el ejercicio del pensamiento, con el propósito de abordar temas críticos más allá de la sensibilidad que se genera alrededor del “patrimonio intelectual” con el que ya cuentan muchos movimientos. Es vital entender que la aplicación de un enfoque dialectico permitirá una elaboración más coherente de estrategias que nos apoyen en la conducción de nuestros pueblos por una senda liberadora del yugo capitalista.
En esto encontramos material para discutir temas muy importantes como la naturaleza de clase de la propiedad privada, así como de la importancia de la iniciativa individual de los humanos, como entes capaces de apropiarse de su realidad, tanto objetiva como subjetiva. Hoy resulta anacrónico mezclar ambas cosas, y elaborar un discurso antagónico que, frente a una sociedad que tiene más de un siglo de recibir mensajes alienadores sobre la importancia de la propiedad privada, promueve el aislamiento de los movimientos populares, obligándolos a enfocarse sectorialmente, alejándolos de las luchas fundamentales. Esta confusión es muy conveniente para las clases dominantes, pues al mezclar propiedad con iniciativa individual, pueden hacer crecer la sensación de empoderamiento en la clase trabajadora sobre un bienestar imaginario.
Es interesante ver cómo, en muchos casos, los pueblos no pueden tomar ventajas de las coyunturas, debido a la falta de la conceptualización clara que sirva de marco para definir su lucha. Hace falta establecer estrategias consecuentes con las particularidades de cada realidad, y convertir el cambio estructural de la sociedad en un objetivo supremo de la lucha de todas las organizaciones populares se auto entienden como vanguardia en sus propias luchas.
Es poco probable concebir cambios radicales sin la incorporación del pensamiento crítico y la construcción de poder popular como piedras angulares de la lucha revolucionaria en el siglo XXI. La sola composición de las diversas fuerzas con características de vanguardia es tan diversa que la única opción que queda es buscar los consensos, sin invocar vanguardismos que lleven a la aplicación de soluciones “pre existentes”. No debe confundirse el consenso con la mediatización de la lucha; tampoco debe enfocarse la discusión hacia dogmas gastados y análisis inconsistentes con la dialéctica misma.
Podemos ver con claridad meridiana que los alcances de nuestras luchas y su consecución estarán relacionados nuevamente con la aplicación de la ya mencionada filosofía de la praxis. La falta de construcción de pensamiento, así como la carencia de una práctica consecuente con el mismo son elementos que seguramente harán fracasar cualquier movimiento político. Por otro lado, es imperativo que se busque la preponderancia del pensamiento vinculado con la realidad y no con las convicciones políticas; no hay que dejar pasar por alto el hecho de que, normalmente, estas políticas están fuertemente condicionadas por prácticas equivocadas y la acción perturbadora de las estrategias de la clase dominante.
Como hemos podido ir leyendo a lo largo de este corto documento, se plantea la necesidad de un enfoque dialectico y el desarrollo de una visión clara de la realidad, a partir de los que se produce teoría revolucionaria para que respalde la práctica de la misma. Sin embargo, estos elementos no son suficientes si se carece de una organización capaz de estructurase y presentar vida orgánica para todos los miembros de la misma.
Un espacio vital de identidad orgánica debe ser creado a partir del trabajo unitario, mientras se mantienen la tareas esenciales de cada grupo particular que se integre a esta entidad revolucionaria, llamada a ser la vanguardia del pueblo en su lucha liberadora. Notemos que la existencia de partidos políticos integrados en estas organizaciones debe implicar obligatoriamente un compromiso real de estos para alcanzar los propósitos del pueblo, empoderado por el proceso planteado, omitiendo las usanzas y vicios propios de los partidos burgueses.
Si bien es cierto es muy importante para cada grupo mantener la vida organizada de sus propias instituciones, debe hacerse hincapié en que no existen contradicciones entre esto y su militancia, y vida orgánica en la organización política estructurada a fin de conquistar el poder.
El poder es otro elemento clave dentro de la discusión dialéctica, pues no importa que enfoque se le dé al proceso de liberación, el propósito último de la lucha del proletariado es la toma del poder. Así toda organización del pueblo debe tener presente que lucha por el poder es fundamental, y se debe abordar con seriedad y dedicarle mucho del pensamiento que se ha de aplicar en su estrategia y sus tácticas para lograr sus objetivos. No se refundan las sociedades in tener el poder.
El tema del poder debe ser ineludible, y abordado con franqueza, espíritu unitario y vocación científica. En virtud de que el poder mismo no es un ente coyuntural (en realidad no pasa de partido a partido, sino de clase a clase), la estrategia debe involucrar a todos los actores, sin excepción, para garantizar que el poder, una vez alcanzado, ha de ser consecuente con todas las partes participantes en la lucha. Tampoco debe olvidarse que el desarrollo de la lucha de clases ha servido como conductor del desarrollo histórico, y que, como consecuencia de esto, existen innegables instituciones, principios y fundamentos que se han perfeccionado por la acción proletaria, dentro del mismo sistema preponderante. Esto se nota con claridad en el desarrollo de las sociedades burguesas, en las que, al menos en teoría, se han establecido derechos con carácter inalienable a raíz de las luchas populares.
Es fácil presuponer que una organización de masas, será objeto de todo tipo de atentados de parte de la clase dominante, desde la abierta represión hasta la infiltración de elementos disociadores que pueden llegar a causar mucho daño si no se consolida una línea de pensamiento y se fortalece la estructura organizacional. Nótese que para fines de trabajo es importante la máxima participación de las masas (ya en proceso de construcción de poder popular), y debe existir continua creación de pensamiento. No olvidemos que mientras más organizado es un ente, mas invulnerable se vuelve.
Un proceso revolucionario de clase no se trata de minimizar la importancia ni de la teoría ni de la práctica, sino de establecer un vínculo claro entre ambos como elementos indispensables para organizar la lucha liberadora del pueblo. Es importante insistir en la importancia de la formación política y la conexión permanente con las masas.
Resulta de gran importancia la unidad de los pueblos de América Latina, alrededor de los mismos principios de libertad, igualdad, respeto, solidaridad, justicia y reconocimiento de las particularidades de cada pueblo. Esto no es contradictorio con la lucha de clases, ni con los conceptos fundamentales que se han enunciado por décadas en relación con la lucha popular. Al contrario cada una de esta luchas sectoriales es también parte de la batalla por el cambio de la sociedad.
Un fundamento esencial es que debemos desarrollarnos, desarrollar la lucha, y las ideas a un ritmo aún más vertiginoso que el sistema opresor mismo. No podemos atenernos a la tesis de que “el capitalismo regenera constantemente sus condiciones de existencia”, pues estaríamos contradiciendo nuestro papel como clase en la determinación del curso de la historia. En este sentido se requiere una militancia permanente a nivel del debate de las ideas en una dimensión continental.
Si hemos de prevalecer, debemos estar a la altura de nuestros pueblos, para producir la refundación de las sociedades continentales. No observar la importancia de todos los elementos equivale a renunciar a la posibilidad de llevar adelante la lucha revolucionaria; una vez en esa situación nos volvemos reaccionarios y cómplices de la clase dominante.
Fuente: PrensaPopularSolidaria
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