Por: Luis Britto Garcìa
En el mejor sueño de la madrugada el opositor escucha zumbidos de aviones en picada. Una, dos, tres, diez bombas silban hacia el Centro. Cinco se desvían y caen sobre Fedecámaras.
Con superior tecnología, los medios privados interfieren la cadena donde el Presidente electo se dirige a la Nación, y difunden unos la noticia de su muerte, otros la de su renuncia “que él aceptó”.
De sus madrigueras salen encapuchados y disparando decenas de miles de paramilitares que llevan décadas suplantando al hampa criolla.
Los medios conminan a la ciudadanía a denunciar a los partidarios del gobierno, difunden en forma sensacionalista la detención masiva de funcionarios electos, cubren con apagón comunicacional las caravanas de camiones cerrados que aceleran hacia los estadios donde se escuchan descargas de fusilamientos.
En las ruinas de Palacio se reúnen los abajo firmantes de siempre.
Como en grabación que rueda invertida, quienes corrieron el 13 de abril ahora regresan de espaldas hacia la rebatiña que entonces no pudieron concluir.