No es posible moverse sin justificación. Para desplazarse de un lugar a otro es esencial disponer de un permiso militar. Aún así, cada persona, independientemente de si se trata de niños o de adultos, es sometida a un exhaustivo interrogatorio. En algunos puntos, como en el límite de Hawara a Nablus, se deben aguardar largas aglomeraciones en condiciones de extrema precariedad. En ocasiones, todo este esfuerzo cae en saco roto al no lograr convencer al soldado y, en consecuencia, tener que dar media vuelta y regresar.Las regiones se han convertido en grandes campos de concentración, donde la autoridad israelí determina, con criterios arbitrarios, quién sale y quién se queda. Cientos de miles de palestinos viven encerrados en sus tierras, sin posibilidad de desplazarse para ejercer sus labores o ver a sus familiares. Varias organizaciones no gubernamentales ya han denunciado la reiterada y constante violación de los derechos fundamentales de las personas. Pero éste, desgraciadamente, es el modus vivendi de los controladores. En la entrada principal de Belén, unos niños, acompañados por un pastor, van de excursión a Jenin. Los guardas preguntan al hombre porqué quiere ir allí. Él responde de manera dudosa, sin demasiado acierto. Los niños pasarán pero él deberá volver. Utilizan una justificación falsa: “hay toque de queda. La ciudad está cerrada”. Los soldados se mofan de él: “¿de dónde ha salido este personaje?”, se pregunta uno de ellos. Pero el denigrante espectáculo todavía no ha concluido. Cuando el pastor se dispone a dar media vuelta, este mismo soldado le pide una foto al tiempo que le llama “retrasado”.
Los controladores de fronteras desconocen el significado del término “compasión”. En la entrada sur del puesto fronterizo de Jenin, a una mujer se le prohíbe volver a casa por estar en posesión de una copia del documento de identidad. Sus hijos deberán regresar solos. Se marchan desconsolados. Los soldados sólo entienden el lenguaje de las armas. Siempre ordenan con una en la mano para demostrar que tienen los mecanismos de coerción. Los mismos que hace setenta años eran víctimas del mayor horror de la historia contemporánea –el holocausto nazi-, hoy ejercen un despotismo, mucho más amable que el de entonces, sobre el pueblo de Palestina. Sin lugar a dudas, son las verdaderas víctimas de este conflicto político, ya que ven vulnerados reiteradamente sus derechos. Un policía de la frontera de Surda a Ramala manifiesta abiertamente y sin ningún rubor esa superioridad racial: “Ellos (los palestinos) son animales. No son humanos. Nosotros sí”. Éste es el pensamiento mayoritario de las autoridades israelíes. |
Fuente :: Envíos a Nuestro Correo.-
De:: Blog de Carlos Almécija Salvia
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