La independencia, la autodeterminación y el desarrollo soberano son principios por los que ha combatido nuestro pueblo a lo largo de más de 200 años, una heroica tradición de abnegación y sacrificio contra la esclavitud, el coloniaje, la servidumbre y toda forma de explotación. De estas experiencias invalorables nos nutrimos las fuerzas progresistas y democráticas venezolanas, de las que resaltamos la gesta internacionalista liberadora encabezada por Simón Bolívar, de la que también nos sentimos y sabemos continuadores. El proceso revolucionario venezolano, íntimamente ligado a las luchas de Latinoamérica y el Caribe, ha transitado por diversas etapas en las que el pueblo siempre ha sido protagónico combatiente, destacando el papel cumplido por organizaciones y dirigentes que con firmeza ofrendaron sus vidas en la resistencia contra la imposición de la Doctrina Monroe y su panamericanismo, ante la que levantaron –y seguimos reivindicando hoy- las banderas latinoamericanistas, de libertad, soberanía y democracia. Décadas de un sistema político, económico y social imposibilitado para dar respuestas a las profundas y reales necesidades del pueblo, además de una desprestigiada clase política dirigente llena de privilegios y servil a poderes económicos dependientes del imperialismo estadounidense, se acumularon y explotaron en un día de dignidad popular, el 27 de febrero de 1989, que marcó el inicio del fin del sistema establecido, y que junto a la rebeldía de jóvenes militares –que el 4 de febrero de 1992 decidieron sacrificarlo todo por un ideal- asumieron el compromiso de combatir la pretensión desideologizante imperante y convertir en realidad la utopía de tomar el cielo por asalto. Así, el pueblo venezolano logró la gran victoria de diciembre de 1998, con la que dio inicio a una etapa cualitativamente nueva del proceso revolucionario, con el indiscutible liderazgo del comandante Hugo Chávez, quien ha encarnado centenarios anhelos por una patria liberada y plena de justicia. Por ello, porque nunca una revolución es un hecho meramente nacional aislado de las luchas de los pueblos del mundo, la Revolución Bolivariana se ha convertido en un enorme referente moralizador a nivel continental y global, con una limpia y fructífera hoja de logros y reivindicaciones para las y los venezolanos y “los pobres del mundo” con quienes echamos nuestra suerte. Las fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias, que en diversos alcances, tiempos y maneras hemos sido y somos expresión política de la construcción revolucionaria que se lleva a cabo en nuestra patria, estamos comprometidas con la profundización del cambio social iniciado; con las transformaciones antiimperialistas, liberadoras y democráticas; con el desarrollo independiente que termine con la influencia de los monopolios, especialmente los extranjeros, y finalmente los elimine; con la democratización de la economía; con el pueblo trabajador para ser parte integrante en la dirección del Estado para beneficio de las mayorías históricamente excluidas y explotadas; con la liberación de nuestro pueblo de todas las cadenas de dominación imperialista, para generar las bases de las transformaciones socialistas. Esto ubica al imperialismo estadounidense, y a los monopolios asociados a él en condiciones de dependencia, como el principal enemigo de la Revolución. Pero, al mismo tiempo, nos señala el amplio abanico de clases y capas sociales que tienen interés en los cambios planteados, especialmente la masa trabajadora del campo y la ciudad, técnicos, estudiantes, científicos, trabajadores de la cultura, profesionales y artesanos, pequeños y medianos propietarios, es decir, la inmensa mayoría del pueblo venezolano, los sectores que en mayor o menor medida son los oprimidos y explotados por el sistema capitalista, sostenido por el imperialismo y sus lacayos. En este marco y con las grandes exigencias que implican avanzar en un proceso revolucionario victorioso que se ha trazado el objetivo estratégico de construir el socialismo –una nueva sociedad basada en el trabajo de todos, en la justa distribución de la riqueza social y en la que exista la auténtica democracia, libertad y progreso- las fuerzas que activamos revolucionariamente, sin prepotencia y sin exclusiones, pero con firmeza, concebimos la política como una acción fecunda al servicio del pueblo y no como una actividad para beneficio propio, individual o de una parcialidad. A iniciativa del comandante Hugo Chávez, contextualizado en la necesidad de consolidar el proceso antiimperialista nacional liberador, las bases para la sociedad socialista y la continuidad histórica de la Revolución venezolana, se ha convocado a las fuerzas democráticas, progresistas y revolucionarias para constituir la Alianza Patriótica, como espacio permanente de coordinación de políticas, una estructura orgánica en crecimiento, con una dirección nacional central que se alimente del conjunto de las dinámicas y experiencias regionales, locales y sectoriales, una instancia no coyuntural ni restringida a la arena electoral, con visión estratégica caracterizada por una dinámica interna que estimule la discusión política e ideológica de fondo y que favorezca la participación equitativa y democrática de las fuerzas revolucionarias en su nivel respectivo, respondiendo al principio de “unidad en la diversidad”, con el decidido liderazgo del comandante Hugo Chávez. La Alianza Patriótica, expresión político-organizativa del germen de la dirección colectiva de la Revolución venezolana, asume como objetivos generales fundamentales: Construcción del Estado revolucionario, popular y democrático, combate al burocratismo, la ineficiencia y la corrupción, mediante la profundización de los mecanismos de ejercicio del Poder Popular y la contraloría social; Desarrollo planificado de la economía y de las fuerzas productivas, sobre la base de su diversificación, modernización e industrialización; Impulso de la socialización de la propiedad sobre los medios de producción y a formas de producción sustitutivas del capitalismo, y erradicación de las relaciones de producción latifundistas en el campo; Despliegue de una amplia revolución cultural, que tenga como centro la ideología revolucionaria, y sustituya paulatinamente los valores de la moral burguesa; Lucha intransigente por los derechos de los obreros, campesinos, mujeres, estudiantes, niños, abandonados, jóvenes y demás sectores oprimidos y explotados por el capitalismo; Defensa irrestricta de la patria y de la Revolución ante los enemigos internos y externos; Unidad de los pueblos latinoamericanos y caribeños sobre la base de la igualdad, la solidaridad y el respeto mutuo, y la común defensa contra el imperialismo. Entendemos, sin embargo, que la consolidación de estos avances y su desarrollo ulterior en fases superiores de progreso económico, bienestar material, participación política, arraigo de los valores éticos, despliegue cultural, equidad e igualdad social, se encuentran condicionados a su vinculación orgánica con la construcción de la sociedad Socialista. Sólo en el socialismo se podrá configurar una forma de organización de la sociedad que profundice los logros cosechados en la actual fase de transición y permita el despliegue de todas sus potencialidades. ¡Alianza Patriótica: Unidad popular antiimperialista, para la Paz y el Progreso! |
Encuentro de Partidos Comunistas de América Latina
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*Artículo de El Comunista, edición de Mayo)*
*Organizado por el Partido Comunista Peruan...
Hace 6 años
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